Ficha Gangs of New York

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Críticas de Gangs of New York (1)


Mad Warrior

  • 20 Apr 2023

10



Donde la miseria se cruza con la corrupción y las diferentes razas afilan sus cuchillos para la lucha, donde coinciden las calles Cross, Anthony, Mulberry, Orange y Little Water.
Five Points, enclave de pobres, ladrones, la escoria humana, apilada en su caótico orden, mientras los perros aúllan de hambre y la carne podrida se mimetiza con los pavimentos.

Pura y dura Historia de Norteamérica, la que termina lapidada por eso que muchos expertos llaman ¨ignorancia histórica¨, lo cual resulta infalible para cerrar los ojos ante algo tan obvio como que una nación no se levanta sobre verdes prados por un grupo de seres piadosos que cantan himnos religiosos, sino por miserables resucitados del fango y dispuestos a todo por dominar el territorio; la base para construir una gran nación la forman el odio, la corrupción, la guerra, la sangre y la carne despedazada. Y eso lo sabe Martin Scorsese, hábil investigador de la tierra en la que sus parientes sicilianos llevaban habitando desde 1.910.
En ese sentido nunca dejó de ser aquel muchacho de Little Italy sorprendido con el pasado de EE.UU., en especial con el que no se leía en sus libros. Y uno de ellos cae en sus manos, revelándole más que una biblia, tratado vital para entender sobre qué cenizas había nacido la gran New York; ¨The Gangs of New York¨, publicado en 1.927, procede de la pluma del periodista, guionista y fiero arqueólogo de los bajos fondos estadounidenses Herbert Asbury, cuya lectura puede producir una especie de náusea por la minuciosidad, periodística, claro, con la que narra los detalles más cruentos.

Esa fascinación perpetua de Scorsese por los orígenes son los que le llevan a anhelar una recreación de la novela desde aquellos lejanos tiempos en los que aún dirigía ¨Malas Calles¨; pasarán las décadas, proyectos, galardones y fracasos hasta llegar el nuevo siglo, organizando éste la producción desde los Cinecittà, fastuosa, problemática, aunque en apartados técnicos y artísticos cuenta con un gran equipo. Son las dificultades con su inversor principal, Harvey Weinstein, en la defensa del valor artístico contra la visión comercial, las que hacen del rodaje y posproducción una batalla comparable a las que se ven en la propia película.
Y así es como nos introducimos, a partir de la que decidirá el dominio de las calles; Liam Neeson ceremonioso encarnando al ficticio líder de los Dead Rabbits, en el nunca celebrado duelo de 1.846 contra los Bowery Boys del auténtico William Pool, aquí rebautizado Cutting, dándole vida un Daniel Day-Lewis sacado a regañadientes de su retiro del cine y que ya demuestra su inmensidad en el papel. Scorsese, su colega Jay Cocks y el gran Steve Zaillian sabiamente mezclan realidad y ficción para conseguir un impacto dramático artificioso aunque preservando las articulaciones del contexto histórico y la riqueza de la subcultura de este microuniverso que era Five Points.

Y pese a parecer filmada por cualquier joven director de videoclips de principios de siglo, la contienda callejera quiere ser fiel a esa brutalísima violencia que se vivía y respiraba en ese lugar concreto de la New York de la época. La premisa imaginada por Cocks se abre desde la mirada del pequeño Amsterdam, tal vez versión del también hijo de irlandeses John Morrissey (que nada tiene que ver con su álter-ego ficticio), mirada que cultiva en su interior el fuego de la venganza y que aguardará a avivar cuando crezca y pueda valerse por sí mismo; se manejan los ribetes de una tragedia totalmente ¨shakespeariana¨. Pero funciona.
Sobre todo porque el ahora joven es Leonardo DiCaprio en la primera de sus muchas colaboraciones con el director, y su evolución y maduración resulta creíble pues va paralela a la de la propia ciudad. Contemplamos así, narrado desde su punto de vista, clásico del cine de éste, un aprendizaje y adaptación al medio, los que tuvo Henry en ¨Uno de los Nuestros¨, ejerciendo Cutting de maestro igual que antes el Jim Conway de DeNiro; incluso con una función más significativa: la de un padre sustitutivo que sin saberlo acoge al hijo de su legítimo enemigo bajo su protección (gesto que se repetirá de forma similar en ¨Infiltrados¨).

Gracias a este aprendizaje escudriñamos en los más sucios y viscosos rincones de Five Points, plasmando en imágenes los primeros capítulos del libro de Asbury gracias al titánico esfuerzo que hacen el director de fotografía Michael Ballhaus, el director artístico Alessandro Alberti, la diseñadora de vestuario Sandy Powell o el escenógrafo Dante Ferretti y todo su equipo por recrear la realidad del momento. El resultado es abrumador y los colores y las rugosidades de los estilizados ambientes se impregnan en las retinas así como los diversos olores en las fosas nasales.
Igual que a Amsterdam, Scorsese nos lanza a este caldo de cultivo de la miseria humana. Con alguna que otra inexactitud histórica (ese cúmulo de inmigrantes chinos se pasa de número) cruzamos callejuelas donde se agolpan rostros burdos e hinchados y niños haciendo guardia en las esquinas con piedras y palos qmientras un lodo denso baja hasta la mansión Brick-bat. Las oleadas masivas de irlandeses han despertado el odio de esos nativos que ni por casualidad son los indios de las montañas, sino los hijos de los pertenecientes a los inmigrantes ingleses.

Al odio racial extremo entre los individuos del viejo continente se une el odio entre las diversas clases sociales que la propia sociedad de los miserables ha establecido, dejando al margen a los aristócratas que disfrutan del aire limpio del centro de New York, y el odio a los negros que aún luchan por salir de la esclavitud durante una Guerra Civil que se alarga más de la cuenta en tierras apartadas de este centro urbano bordeado por un puerto donde se llevan a cabo los negocios más ruines.
Los EE.UU. no son más que el ensayo de una nación y aún está en su proceso de formación, desde el fango y las aceras.

La acción más admirable de Scorsese no está en desarrollar con lento suspense la venganza de Amsterdam o en dar a éste un interés romántico con el físico de una lúcida Cameron Díaz de carterista (que nunca llegará, un acierto, al arquetípico amor empalagoso propio del drama de época), sino en su audacia. En breve Norteamérica quedará mermada por el ataque a las Torres Gemelas, y no parece el momento adecuado para mostrar el pasado más negro del país...pero a él le da igual pues sabe que el presente de cada ciudadano ha surgido de ese pasado, y no puede ignorarse. No puede ignorarse ni enterrarse.
Sin pelos en la lengua nos expone a la turbia violencia reinante. Mientras las pandillas se arrancan las pieles en las plazas, los grupos de bomberos saquean los hogares y a los negros los crucifican y queman en farolas; las elecciones democráticas se llevan a cabo con amenazas y palizas, los políticos corruptos ven un voto en cada uno de los irlandeses desembarcados, a quienes se hacina en las catacumbas tras dar un mendrugo de pan, los agentes de policía extorsionan a cualquiera y los pactos entre enemigos por un porcentaje de los saqueos se realiza en la más estricta confidencialidad del ayuntamiento. Maldito Boss Tweed, ejemplo de corrupción.

Y así nace una nación: de la ruina, el engaño, la traición, el chantaje, la crueldad, la prostitución física y moral, la mugre en general. Scorsese agarra el corazón de su querida Norteamérica, lo aplasta, lo apuñala, lo tira al suelo y le hace saborear la bilis de sus podridas vísceras. Para llegar a la épica y romántica epopeya que emprende Amsterdam debemos descender al infierno de la condición humana y entender de qué modo influye en cada personaje; así, siguiendo una estructura clásica, el 2.º acto se inicia tras la traición al protagonista, y lo que acontece es la consabida explosión social tan anunciada durante la primera hora de película.
A este punto, el personaje de DiCaprio deja de ser niño para convertirse en el líder, transmutado en su padre, de una comunidad, la formada por todos los maltratados bajo el yugo del ¨Carnicero¨ (y aunque en el guión no convence el que sea buscado a solas por el inútil de Jack sí lo hace su fatal relación con Jenny, quien únicamente desea vivir lejos de la miseria). Ejecutando el director la misma maniobra que en sus fábulas de gángsters, el clímax de ¨Gangs of New York¨ se hincha con el salvajismo social desatado desde diferentes perspectivas, creando un caos de violencia física que incomoda por su intensidad.

Alrededor de Five Points, y alimentado con los reclutamientos, el disturbio y el movimiento humano ruge desde un lado al otro de la pantalla; los casi 100 millones de dólares empleados garantiza un espectáculo monumental difícil de disfrutar, más bien disfrutar desde el sufrimiento, de un modo espiritual, dejando que nuestra conciencia absorba el aprendizaje de a lo que puede llegar el ser humano en época de oscuridad.
Y aunque Bill nunca murió en una batalla legendaria, su frase última (¨Muero como un auténtico americano¨), en la tradición de Nerón, ejemplifica el camino incorrecto del patriotismo.

Al final, en palabras de Amsterdam, la ignorancia histórica hace el resto; luchamos pero no seremos recordados como es debido, y aquellos que murieron por un ideal quedan enterrados en fosas comunes. Qué daño en las entrañas. Scorsese sufrió un montaje terrible y además fue nominado y no ganó.
Su mensaje no gustó a casi nadie, claro, pero poco a poco se comprende, porque ningún silencio dura eternamente. La pica de los Dead Rabbits se alza igual que las Torres Gemelas en un último plano magistral; New York pertenece a nadie y a todos, a sus bandas, desde la calle, desde las ciénagas...



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